martes, 17 de abril de 2007

Parque Lezama

Atardece en el Parque Lezama y un grupo de ancianos despuntan el vicio con un partidito de bochas. El encuentro a “cara de perro” está empatado. Los lisos se sienten victoriosos, una de sus bochas está pegada al bochín y a los rayados le queda una sola por jugar. El tirador se relame, se seca la transpiración, los rivales parecen maldecirlo, el cotejo amistoso se transformó en una final del mundo. Lanza y golpea. Se escucha un ruido similar a un trueno. La bocha lisa sale del terreno de juego despedida. Una bocha rayada es la más cercana al bochín. Los rayados ganan. “La próxima será”, dicen los vencedores, los perdedores muerden sus dentaduras para no retrucar la chicana.

En otro sector del parque la gente va recorriendo la feria de chucherías, que comienza en Paseo Colón y sube por la gran colina verde que tiene el Lezama. El público va en fila rebotando de puesto en puesto. En esta feria encuentra “de todo como en botica”. Hay objetos antiguos, ropa usada, “un poco”, aclara la vendedora, también hay juguetes viejos para los nostálgicos, revistas usadas, pantalones de franela, zapatillas de ballet. Realmente de todo.

En la cima del parque hay varias estatuas. Una de ellas es la de Ceres, diosa de la fertilidad, y punto de inicio para el libro de Ernesto Sabato “Sobre héroes y tumbas”. Otra la de Rómulo y Remo amamantados por una loba llamó la atención de dos niños de seis años, su madre se acerca y entre didáctica e ignorante les dice: “¿Vieron que lindo?, como el perrito le da la leche a los nenitos”, que miran asorados la escultura.

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